11 enero 2016

David Bowie, el Rey de los Goblins

La primera vez que vi a David Bowie ten{ia 9 años y pensaba que no existía tipo más lindo en el mundo.

Sucede que a los 9 años yo era altamente influenciable por cualquier príncipe de cabello alborotado, voz gruesa y ojos de diferente color, así que no fue novedad quedar prendida (enamorada) de Jareth, el hermoso y malvado príncipe de los Goblins que, acertadamente, era representado por David Bowie.

Nadie  mejor que él para vestir de Jareth, de un Dios, pero no de uno cualquiera, si no de un Dios en un mundo  de freaks, en un mundo de contradicciones e imposibles, de mágicos escenarios y seres fantásticos.

A los 9 años, mientras Jareth cantaba la más dulce canción de amor jamás oída hasta entonces (y yo me preguntaba el por qué la protagonista era tan tonta?, porque no se quedaba con Jareth y ya?) me quedaron claras varias cosas. 1ero. Él era genial!, 2do. Tendría que dedicarse al canto, le sale muy bien!.

Años después supe que no solo se dedicaba al canto desde mucho antes que yo naciera, si no que era un genio, y genio como pocos (y que de una u otra manera si era Jareth, si era el rey de los Goblins) David saltaba con una facilidad única de la balada, al pop psicodélico, al glam rock, al soul, al folk y al pop más bailable y simplista.

David era un reinventarse a sí mismo, en género y físico, en gustos y disgustos, en apariencia, poesía y lírica y es que si bien no toda la música de David es digerible, gustable, entendible, NO ES posible negar que cada tema es único y eso hoy, que vivimos en un mundo de eternos “reboots” es invaluable.

Hoy estoy melancólica pero no triste porque Bowie no se fue, porque los genios no se van, los genios se eternizan en sus canciones, en cada una de las presentaciones (que estarán grabadas en la retina de los que tuvieron la suerte de verlos) en sus actos y en el corazón de much@s.

El rey de los Goblins solo volvió a su reino, y como bien es sabido, para invocarlo es preciso leer poesía, como la que él mismo hizo toda su vida.





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