05 febrero 2010

.....


El verano paceño es tan: de lluvia, de viento y de frío que… en mucho, es muuuuuuuuy difícil creerse el cuento que estamos en época de calor.

Cochabamba, que es donde ahora vivo y que está a tan solo 8 horas en bus es… completamente diferente y si bien no está exenta de lluvias veraniegas y una que otra ráfaga de frío MUY ocasional, es por lo general muy caliente (con ese calor feroz que parece “brujería desde el sol” - como narraran alguna vez los “Inmigrantes” de Argentina - ) pero, nada más…. al menos hasta hoy.

Hoy el clima es frío, húmedo; el cielo está tan cargado de nubes oscuras que le cambia la tonalidad a la ciudad dejándole una pátina de un tono plomizo mate sobre: edificios, flores, prados; TORNANDOLOS semi sombríos, un tanto aletargados… un poco nostálgicos.

Respiro y un aire gélido satura mis pulmones despabilándome, dándome una nueva vida entre tanto calor adormecedor. Me estremezco entre risitas traviesas acomodandome la chalina azul que llevo al cuello.

Oh… si, la ciudad hoy va conmigo y mi estado de ánimo y es esa empatía la que me hace sentir tan cerca de mi casa y mis cumbres nevadas.

Una canción me llega a los oídos en todo el “randomizado” repertorio que da vueltas en mi Windows Media Player.

Es esta canción de una perfección tal, que más que ideal para el día es SIMPLEMENTE INMEJORABLE.

Miro por la ventana, afuera llovizna un poquito, lo suficiente como para conmoverme, sacarme un suspiro y llevarme en el tiempo a otro espacio, a otro lugar aun más oscuro y más diferente a mi actual morada.

Julio de un dosmilypico

Él se para a mi lado, codo a codo, la chamarra de cuero negra rozando mi polera negra. Gira la cabeza y me mira.

El negro de sus ojos es tan profundo que bien podría ahogarme en ellos, lo sé, y sin embargo no dejo de mirarlos.

A mi alrededor, cual fiesta pagana, los chicos saltan y se entre chocan entre ellos.

Siento que llueve música pero son las gotas de su cabello color dulce de leche que me salpican mientras sonríe.

Afuera, es julio y llueve. Es julio y él lleva su mano a mi mejilla y aleja un mechón de mi cabello lejos de mi rostro.

- Me gustan tus ojos – me dice y me besa los párpados

El mundo entero se paraliza, el universo en pleno se reduce a un beso eternamente lleno de julio y llovizna, de rock y cabellos de dulce de leche, del anillo verde que lleva en la mano y el olor exquisito de LM rojo mezclado con loción que lleva su chamarra.

Cierro los ojos y los abro en un “ahora” diferente.

Miro por la ventana como el azul de la tarde se torna cada vez más oscuro y pienso que tal vez no es TAN diferente pues casi casi puedo sentir, otra vez: el rostro mojado por sus cabellos húmedos, su mirada en mis ojos y nuestras almas mágicamente reunidas.

Sonrío. No hubo nombres, no hubo teléfonos, no hubieron besos apasionados, no hubieron reencuentros, solo una única noche con mi cabeza en su hombro, su mano en la mía y un July Morning por siempre eterno.