Los artistas las tienen bien puestas
Mi padre en una esquina, serio, la mirada fija en mi mirada.
Yo … un MUNDO de confusión, preguntándome por enésima vez si
es que iba a atreverme, si es que podría atreverme y si es que en realidad YO
estaba de acuerdo.
- Lucybel –
me dice mi padre – ya que a mi no me hace caso, y ustedes son tan unidos, solo
quedas tú para hacerle entrar en razón.
- Pero… - dudo – él es muy bueno en lo que hace, no entiendo porque es que necesitaría estudiar
arquitectura, y a todo esto que dice la mam…?
- Porque del arte no se vive en Bolivia – me interrumpe
mi padre – porque por mucho muy bueno que sea, si no estudia algo “productivo”
será un fracasado.
Recuerdo la tarde que salí con él, con mi hermano, recuerdo
pasar por la carrera de Arquitectura y recuerdo parar unos minutos, dar la
vuelta, escrudiñar los ojos de mi
hermano… y quedarme muda.
Recuerdo a mi hermano y sus diecisiete años, diciéndome en
tono de risa, que no entendía como es que mucha gente que ama dibujar, pintar,
soñar y plasmar sus sueños en lienzos terminan en arquitectura, como si fuera
lo mismo, como si dibujar un sueño en pasteles fuera igual a dibujar un
edificio regido por metros y estructuras.
Recuerdo sonreír, y decirle que mejor vayamos por unos helados
y aunque lloviznaba y el helado era de última… nunca me supo mejor, nunca fue
tan dulce, fragante y cremoso pues me sabía a “lo correcto”, a “me soy fiel a lo que pienso” pero aún más,
tenía el delicioso sabor de la “certeza infinita” de que mi hermano tenía muy
claro lo que quería, que ni yo, ni nadie hubiera podido torcer su camino
trazado desde el momento que levantó un lápiz.
Como era de esperarse, la relación con mi padre nunca más
fue la misma pues era clara mi traición y era aún más claro el hecho de que él
ya no tenía el control, ni de mí, ni de mi hermano.
Hoy, muchos años después, muchos premios después, muchas
publicaciones después, leo el artículo del periódico dedicado a mi hermano En el Taller de Ruilova
y no puedo más que sonreír e hincharme de orgullo.
Hay una verdad absoluta, sí es posible vivir del arte: es
complicado, es muy difícil, es mucho más sencillo estar en un cubo repitiendo
la misma tediosa y mecánica labor día tras día que crear y exponer y vivir de
ello. SI, ES COMPLICADO, pero no es imposible.
Y se necesita muchísimo valor.
No hace mucho un “héroe” mío (Ramón Rocha Monrroy) escribía
sobre la tortura que implica el cobrar por el trabajo realizado (él es un
excelente escritor/cultor de sueños) y es que, no solo es difícil vivir del
arte en Bolivia (difícil, no imposible) si no que encima el trabajo que ellos
realizan es tomado… como un favor.
Supongo que viéndolo así, hay muchos y serios motivos como
para que los padres no quieran que sus hijos estudien algo que no sea “universitario” pero…
no sería mejor ayudar a difundir la importancia de las artes en el
desarrollo de los pueblos a obligar a los chicos a meterse en carreras en las
que, por obvias razones, serán muchísimo
muy mediocres? (eso si salen de la U), infelices? y por ende, más que apoyo a
la sociedad serán un problema más para ella?.
No sé como van las cosas en otros países, pero en el mío
existen abogados para empedrar las calles, doctores que manejan taxis,
auditores vendiendo mercadería metida de contrabando, y la tasa de desempleo se
dispara a límites insospechados.
Podría apostar mis pocos cds originales a que muchos de
ellos hubieran querido ser artistas en vez de “licenciados” o “ingenieros”.
A que viene el desprecio a las artes?, a que estas son
vistas como meros pasatiempos, como expresiones “elitistas” con el único fin de
escapar de la realidad (si por mi padre hubiera sido, esta bloguera hubiera
leído solo “El Capital”, “El Anticristo” de Nietzche y nada más, toda la
literatura de orden “fantástica” era vista como “opio” para mentes frágiles).
Nada más falso, las artes son instrumentos que definen a la persona como ser
individual y como parte de un conjunto, son herramientas que permiten un
desahogo emocional necesario en un mundo que no da tiempo para nada más que no
sea la productividad “monetaria”.
Sobre el Dibujo en los niños, por ejemplo, Viktor Lowenfeld,
profesor de educación artística que ayudó a definir y desarrollar este campo en
los Estados Unidos decía: “Un niño que afectiva y emocionalmente es libre y no
está inhibido respecto a la expresión creadora, se siente seguro para afrontar
cualquier problema que derive de su experiencia. Se identifica con sus dibujos
y se siente independiente para explorar y experimentar, no teme, no comete
errores, no se preocupa por el éxito o la gratificación.
La experiencia es suya y la intensidad de compenetración proporciona un factor
importante en este desarrollo emocional o afectivo”.
Soy la hermana de uno de los mejores artistas contemporáneos
de los últimos tiempos de mi país, y puedo asegurar que cada una de las palabras
descritas en el párrafo anterior es 100% verídico.
Hoy, mientras observo la portada del periódico del domingo
(un dibujo de mi hermano la llena por completo), pienso en el complot.
Gracias a Dios… en el fallido complot.
No hay comentarios:
Publicar un comentario